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LA LENGUA DE MI MADRE

Leer la poesía de Miguel Veyrat es siempre ir al encuentro de un poeta a la búsqueda incansable del prístino lenguaje poético. En La lengua de mi madre nos hace partícipes de su proceso y también del resultado de esta prospección. El sujeto poético deviene el arqueólogo que nos revela su método, al tiempo que nos ofrece el fruto.

Según indica la solapa, escrito en tiempos de pandemia, diríase que a raíz de aquella terrible admonición le urgió la necesidad de excavar en los orígenes, los de su poesía. Si el verdadero lenguaje poético se ha ido perdiendo a lo largo de los tiempos, Veyrat se impone una regresión para rescatarlo: «Hilo que de nuevo regresa en el copo / a la rueca donde una mano / recupera la sinapsis extraviada en la / revuelta neuronal de estos / siglos aguardando el sentido afectivo / de la palabra […]» (Aquel desgarrón inhumano).

Miguel Veyrat (Valencia 1938) se adentra en su interior, se obliga y colige a través del filtro emocional, de la piel y la carne expuestas. El sujeto poético deviene el animal ancestral que un día fue, desprovisto aún de razón, y se retrotrae a un universo donde sólo imperaba el grito, casi aullido: «El aliento seguirá al latido / y tras él el grito / del animal que se tornará / en poema si la / emoción le impide pensar / y su incipiente / razón impone sus ritmos» (Grito latiente). El sujeto poético percibe la poesía como innata, una sinapsis transmitida ya en el útero; es frecuente el uso de léxico relativo a la concepción y a la gestación y establece el paralelismo entre la gestación poética y la humana: «No tuvo idioma ni matiz alguno / Tampoco su lengua libre / marcaba acento / Hablaba al útero un latido / que al nacer pude / identificar con mi madre / […]» (La lengua de mi madre). Sin embargo la voz poética distingue entre madre y Madre, una referencia progenitora que en ocasiones parece ser la poesía misma, o la Tierra, o el barro, o todo a un tiempo, tomando la imagen bíblica de la creación: «Jamás soñé que fueses tú / la tierra madre / hasta que el remoto eco / que fertilizaba / mi altanera osamenta ya / no retornaba / su imagen frágil […]» (Frágil Narciso), «Tras los ojos del sueño te escucho / y entreveo madre / en el poema que a un tiempo sale // […] / otorga su desnuda gloria del barro / dejando atrás los / logos de agua traspuesto en almas» (Gloria del barro…). Los elementos devienen trasunto de la creación poética: «Medita el agua de la fuente medita / en los manantiales / […]» (Reverbero), Con fuego y aire mi sueño se adormece / sobre tu agua muy profunda / la de muy abajo la que linda con fuego / donde todo se forja confuso / en los campanarios del deseo —para que / la nada se haga Todo […]» (Deudas celestes).

La voz poética distingue entre palabra, logos, voz, habla, lengua y lenguaje: «Desnuda tu palabra como tú misma / ante tu sola voz solo ella podría / darle claridad a lo obscuro / […]» (Un latido), «Hasta aquel latido dentro de tu cuerpo / no pude saber qué era estar vivo / […]» (Al habla), «Debí seguir la huella / al rojo vivo / que determinó todos / mis viajes / desde que ella tomó / su deriva / pronunciando todas / lenguas al / unísono por adivinar / cuál sería / la mía y verdadera […]» (Reaparición), «La terca realidad se convirtió en un logos / de aguas marinas / que surcaron el mar hasta puerto seguro / […]» (Logos del agua). Y lanza el guante a Lacan en su poema: «Pero la madre no tiene lengua / la madre tiene voz / Voz materna que se convierte / en la lengua cuando / la voz se muestra en habla no / son ya solo sonidos / Serán lenguaje cuando abrace / el alfabeto con los / recuerdos del momento caer / a dar en propio son / sus sonidos llegados del Otro» (Antilacan).

La poesía, ya creada a partir de la materia primigenia, se percibe como Todo. Veyrat va en busca de la poesía absoluta; la sustancia de la que se alimenta se concibe como líquida, el modo en que se gesta como una intuición, una presciencia como si fuera la inocencia, un clímax de placer: «[…] / transmitir a los vivos la lengua del orgasmo / sacrosanto que con Teresa / practicaba Juan sobre los ciervos vulnerados» (Sacrosanto lenguaje).

Los poemas relatan la historia de la gestación de su lenguaje, así se encadenan en su temática, transportando al poema siguiente el hilo dejado en el anterior

Para suscitar en el lector toda la potencia de su lenguaje, Veyrat prescinde de los signos de puntuación (con excepción de acentos y algún que otro guión largo, únicamente utiliza la mayúscula para sugerir un punto anterior). Su rompimiento de la sintaxis al uso es característica de su poesía, pero también, sobre todo en uno de los capítulos en que divide el libro, Vuelo cerrado, trunca también las palabras en un punto supuestamente aleatorio, sugiriendo una nueva organización del lenguaje en general como herramienta de su incansable búsqueda.

El libro concluye como ya hiciera en poemarios anteriores, con una Coda, a modo de reflexión final sobre su proceso, y una Alcabala de deudas y notas prescindibles, donde recoge de modo pormenorizado la relación de fuentes que le han inspirado en las citas que preceden a cada uno de los nueve capítulos en los que divide el poemario o a las que se hace referencia directa o indirecta.

Anna Rossell (Barcelona)

(Texto recogido de: https://www.lasnuevemusas.com/el-poeta-arqueologo/)

La lengua de mi madre, Ed. Lastura, Colección Alcalima, n.º 212, 2022.

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