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travesía de la melancolía

Travesía de la melancolía se estructura en once apartados o capítulos, con el titulado “La travesía” como frontispicio, para cerrarse con lo que, más que un capítulo final aunque así lo parezca en el índice, constituye un riguroso y extenso aparato de notas procedentes de los poemas y comentarios derivados de aquellas, que actúa a modo de complemento, de poética, de sintético ensayo sobre las obsesiones y pasiones de Veyrat: una auténtica addenda que nos habla de su opción estética, que da sentido a las citas, que se extiende en determinadas expresiones o que da información necesaria sobre la edición de algunos libros aludidos, ya sean ajenos o ya formen parte de la propia bibliografía del autor, en citas o referencias.

Prólogo de Manuel Rico para ‘Travesía de la melancolía’ por cortesía de la Editorial Huso.

Miguel Veyrat ha visto reconocido una vez más su amplio prestigio internacional, con un premio que está inspirado sobre la gloriosa magnificencia de la arquitectura natural en lugares inaccesibles y realizada por el hombre, el gran imperio incaico, Machu Picchu, proclamado “Patrimonio de la Humanidad* desde 1983 por la UNESCO; honor que recoge la organización mundial CIESART (Cámara Internacional de Escritores y Artistas) con representación oficial en todo el orbe, en los cinco continentes habitados, para elegir a Miguel Veyrat, icono en el mundo.

El Premio Machu Picchu, se otorga también también por el último libro de Miguel Veyrat “Travesía de la Melancolía”, editado por la editorial HUSO dirigida por Mayda Bustamante y dedicado a sus compañeros de lucha antifascista, en concreto a Manuel Rico, José María Mohedano y J.A.Gómez Marín.

Travesía de la Melancolía, Colección Poesía de Huso Editorial. Madrid, 2022. (PREMIO MACHU PICCHU 2022)

           EL TRASFONDO DE LA MELANCOLÍA

E ntre la sombra y la luz: en esa dualidad discurren los últimos libros de Miguel Veyrat. Así definí, en mi crítica en El País a Furor & Fulgor, esa dialéctica: “Una pugna permanente, sin salida o con una única y desazonadora salida: el propio poema como escenario donde se cumple ese arte sin explicación de “nombrar la innombrable” para, aunque parezca una contradicción, “reconocer el mundo”, empeño en que Veyrat ha anclado toda una filosofía del límite.” Travesía de la melancolía, libro que el lector tiene en sus manos, nos asoma una vez más a ese mundo aunque con una mirada algo más sombría que la que se dibuja en el citado poemario, publicado en los albores de la pandemia.

Intentaré explicar por qué.

Todo poeta que haya vivido una larga experiencia y que, tras el paso de los años, tome conciencia de la finitud, de que lo que parecía remoto en la juventud, incluso en la mediana edad o en la edad madura, comienza a aparecerse como una realidad próxima, incorpora a sus poemas, inevitablemente, la reflexión sobre la muerte. La nostalgia, la niebla de la melancolía y la meditación sobre todo lo que se aleja del origen y se llevará por delante la propia desaparición (la muerte) forman parte de este poemario de estructura compacta, bien trabado y bien pensado, que es metáfora, contemplado en su globalidad, del viaje, ese viaje que conforma la existencia de todo ser humano. Miguel Veyrat se mira al espejo y comprueba, más allá de que este le devuelva la propia imagen, que en ella respira un mundo macerado en lo vivido, en lo leído, también en la desposesión y en la pérdida de aquello que se deseó o con que se soñó y que jamás pudo ser alcanzado.

Travesía de la melancolía se estructura en once apartados o capítulos, con el titulado “La travesía” como frontispicio, para cerrarse con lo que, más que un capítulo final aunque así lo parezca en el índice, constituye un riguroso y extenso aparato de notas procedentes de los poemas y comentarios derivados de aquellas, que actúa a modo de complemento, de poética, de sintético ensayo sobre las obsesiones y pasiones de Veyrat: una auténtica addenda que nos habla de su opción estética, que da sentido a las citas, que se extiende en determinadas expresiones o que da información necesaria sobre la edición de algunos libros aludidos, ya sean ajenos o ya formen parte de la propia bibliografía del autor, en citas o referencias.

Desde el machadiano “Somos el tiempo” con que inicia el poema “El áspid de Eurídice” hasta el “Construiremos, pues, el lenguaje desde la pérdida” del poema “Dada”, Veyrat muestra su opción por ensamblar tiempo y lenguaje, en buscar, ante la inevitabilidad de la muerte, la salvación en ese lugar poliédrico, lleno de posibilidades de crear espacios y lugares, que conforman las palabras.

El viaje homérico de La Odisea le sirve a nuestro poeta de vector o guía para la “travesía” que realiza a lo largo del libro a modo de autoexamen de conciencia y como reflejo retrospectivo y simbólico de una trayectoria (un itinerario) existencial. La vida ha sido un aprendizaje permanente, un proceso dialéctico en el que se han entrelazado, influido mutuamente la cotidianidad y el lenguaje. El primer apartado (lleva por título “Travesía”), compuesto de siete poemas, es una suerte de compendio, de resumen anticipatorio de lo que el lector encontrará en los capítulos siguientes. El poeta observa el fluir de la vida sometida a “los cambios de la marea” y escribe, con sesgo premonitorio: “y pienso cómo será cuando la dama oscura ponga su mano en mi nuca”.

Tras el cuasi prólogo en que se constituye de facto esa primera parte, nos adentramos en su concepción de la verdad poética en “Perdidos en la Gramática”, un canto al poder del idioma cuando se acerca a la realidad amorosa y la reconstruye e idealiza, la depura y sintetiza en una palabra: “la rosa oscura que guardas en la gruta de tu nombre”, es decir, en el nombre de ella. Lenguaje. Esa obsesión se prolonga, con la tendencia hacia el autoexamen, hacia la memoria íntima (“¿Donde estará mi fuente oh madre?”) en “En los pecios flotantes”, donde la apelación al regreso, la sombra del Peter Pan de la edad inocente se muestra como excusa para el regreso, algo solo posible si contamos con la imaginación (con la lengua). De ahí en adelante, Veyrat nos llevará de la mano por los vericuetos que, a través de la vida, han convertido la mirada del sujeto poético en melancolía.

La visita al territorio del invierno, o la percepción de la migración de las almas, se suceden como espacios de tránsito para subrayar la incapacidad de la razón para desvelar la verdad poética, ni siquiera para definir algo tan cartesiano como el número, tal y como lo advirtió Pitágoras (la cita del autor es clave: “Existen números que no pueden ser definidos por la razón”). En ese recorrido asistiremos al temblor derivado de la dialéctica vida/muerte, a los balbuceos en que se funda la lengua para obtener significados imprevistos, a la alargada sombra no del ciprés de Delibes, sino de la última verdad existencial de cada ser humano: la muerte, la pérdida. Todas las pérdidas.

Ungaretti, Celan, Benjamin, Char, Eliot, Novalis, Blas de Otero, Cioran, Lacan… son nombres espigados de las abundantes citas con que Miguel Veyrat añade sentido a sus poemas y, por derivación, al libro. Se trata de autores cuidadosamente elegidos que, en su inmensa mayoría, valoran la creación poética como una “operación de conocimiento”, de acceso a zonas escondidas de la conciencia a través del lenguaje, más que como un reflejo plano de la realidad. En ese sentido, el poeta, nacido en 1938 y, por tanto, ubicable generacionalmente en el “espacio-puente” que enlaza la Generación del 50 con los novísimos, se sitúa en una corriente más próxima a la indagación lingüística y esencialista de poetas como Sánchez Robayna o Clara Janés (o el propio Ungaretti) que al del pulso figurativo que marcaría a los autores de los ochenta.

Desde esa perspectiva, Miguel Veyrat confirma con Travesía de la melancolía, su condición de poeta singular o “poeta isla”, de poeta con estilo, que diría Valente, más que como poeta de tendencia. Un libro en el que el empeño de lenguaje, sustanciado siempre en poemas breves, proclives a generar en el lector sorpresa ante lo imprevisto, se ve embridado por una continuada meditación existencial. Algo que parece imprescindible en un tiempo conturbado como el que vivimos. Y de pandemia e incertidumbre.

 

Por Manuel Rico, prólogo de Travesía de la Melancolía, Colección Poesía de Huso Editorial. Madrid, 2022. 

 

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